sábado, 3 de marzo de 2012

Los descendientes (Alexander Payne, 2011)


Suspender el tiempo en un paréntesis



Los descendientes
(The Descendants) EE.UU., 2011. Dirección: Alexander Payne. Guión: Alexander Payne, Nat Faxon, Jim Rash, a partir de la novela de Kaui Hart Hemmings. Fotografía: Phedon Papamichael. Montaje: Kevin Tent. Intérpretes: George Clooney, Shailene Woodley, Amara Miller, Nick Krause, Robert Forster, Beau Bridges. Duración: 115 minutos.


Por Leandro Arteaga


La trompada de Robert Forster. En verdad, sólo un retazo del film. Pero lo de Forster tiene su alusión porque es un actor que es un gusto ver, creíble en su papel de padre que asiste la situación límite de su hija, de abuelo sin abrazos, de suegro con reproches, de marido cariñoso, de hombre de piña anunciada. Todo lo que haga será siempre bienvenido: desde su participación en la serie Alcatraz hasta el fresco black-setentista Triple traición (2007), de Quentin Tarantino.
Otro retazo: los mofletes, whisky, pelo largo y bermudas, de Beau Bridges. Tanto hace que no se le ve y tan parecido como está a su hermano Jeff. Hablar arrastrado, confuso, la mirada caída, mucha panza; baker boy que, ojalá, tenga más aparecer de aquí en más.
Uno más: los dos besos que George Clooney da a dos mujeres. El primero de ellos como resolución cinematográficamente feliz para un conflicto que el espectador habrá de revelar.
En verdad ya no se trata de retazos. Clooney compone a un esposo fiel, que ya no habla(ba) con su esposa, que maneja distintas facetas, que trabaja aún cuando el dinero heredado de los tatarabuelos sea suficiente, padre desorientado y superado por sus hijas, más una historia con la que lidiar y que es, en instancia última, oportunidad de resolución personal y familiar.
El actor está nominado al Oscar, en el marco de una película que alcanza los rubros de mejor film y mejor guión adaptado (a partir del bestseller horriblemente escrito por Kaui Hart Hemmings). También nominada en la categoría mejor dirección. Alexander Payne, a juicio de este cronista, tiene mejores películas. Ya el Oscar hubo de agraciarlo con una estatuilla por el guión de Entre copas (2004), ese film-vehículo admirable para ese actor admirable que es y será Paul Giamatti. Payne también fue el responsable de contener a Jack Nicholson para uno de sus mejores papeles en Las confesiones del Sr. Smith (2002).
Entonces: Los descendientes es muy prolija, tiene un proceder que ahonda en los conflictos mientras evita lugares comunes o lágrimas torpes. Sabe a la vez cómo exponer la comodidad de una clase ociosa e improductiva que vive de rentas; tal es el caso de la maratón de primos que rodea a Clooney, quienes nada hacen porque ya hicieron antes por ellos. Los descendientes, por eso, será título de comprensión doble: tanto por lo que sucede a Clooney e hijas, como por lo respectivo a la oportunidad de venta millonaria de la tierra familiar heredada.
El film de Payne provoca, a través del coma sufrido, una ilusión de tiempo suspendido. Como si lo que le pasa a la mamá/esposa/hija/amante constituyese un paréntesis. Dentro de éste sucede todo el film. Valdrá por ello señalar la elipsis dada a partir de la primera imagen de la película.
El tiempo podrá volver a suceder cuando el paréntesis se supere y, como consecuencia, se reordenen afectos, se superen dolores, y se pueda despedir, por fin, a la persona querida.

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