domingo, 4 de marzo de 2012

Caballo de guerra (Steven Spielberg, 2011)


Tan lejos de los tiburones…



Caballo de guerra
(War Horse) EE.UU., 2011. Dirección: Steven Spielberg. Guión: Lee Hall, Richard Curtis, a partir de la novela de Michael Morpurgo. Fotografía: Janusz Kaminski. Montaje: Michael Kahn. Música: John Williams. Intérpretes: Jeremy Irvine, Peter Mullan, Emily Watson, Niels Arestrup, David Thewlis, Tom Hiddleston. Duración: 146 minutos.


Por Leandro Arteaga

¡Sean bienvenidos –otra vez- al almibarado mundo de Spielberg! Provisto de buenas intenciones, madres de ojos acuosos, hijos límpidos, y padres más o menos malos (pero siempre perdonados). Tradición narrativa vinculada a un esquema ideológico que precede al realizador y en el cual él gustosamente se inscribe.
Así lo delata el atardecer naranja, bellísimo, de los últimos planos de Caballo de guerra, a la manera admirada de Más corazón que odio (1956), de John Ford. Ahora bien, mientras con este film Ford producía una obra maestra, capaz de suspender en vilo a tanta mirada reaccionaria previa (algo que la posterior Un tiro en la noche también provoca), con Spielberg sucede un camino inverso. De ser el joven realizador de venas de celuloide –rasgo que conserva-, capaz de dar retratar tempranamente en Amblin’ (1968) a una generación novedosa e impulsiva, junto con una artesanía narradora que ya sobresalía en Reto a muerte (1971), se ha vuelto ahora el gendarme de la corrección política, las invasiones militares, y –lejos ya de tiburones desalmados- los caballos obedientes. Así las cosas.
Basta con ver el trailer, con el caballo recorriendo vicisitudes de Primera Guerra Mundial, más el deseo latente de su muchacho-dueño (Jeremy Irvine) por reencontrarlo. Planteo paralelo que habrá de transitar todo el film, con uno y otro personaje como dos caras de esa misma moneda que, durante uno de los momentos más naif de la película, un soldado alemán y otro inglés habrán de compartir. (A decir verdad, ningún momento será más infantil que aquél que tiene como protagonista, en Rescatando al soldado Ryan, a una carta firmada con puño y letra del mismísimo Lincoln, guardada en una cajonera “casual”).
Cuán distante es el lugar desde el que se asume Caballo de guerra, presumiblemente adulto pero aleccionadoramente escolar, del que supone La invención de Hugo Cabret, de Scorsese, presumiblemente infantil pero profundamente adulta. A no confundir, de todas maneras, la mirada ideológica nada ingenua que el cine de Spielberg profesa, donde aún cuando la guerra pueda ser vista como situación de horror, ningún decir contrario se encontrará hacia el respeto militar. ¿O no recuerdan la escandalosa sustitución de armas de fuego policiales por walkie-talkies para el reestreno de E.T.? ¡Borró el celuloide para desdecir lo que había dicho! (Más datos: teclear en Youtube “South Park+Spielberg”. Admirable…)
Y si bien se elegirá un ejemplo de otro film, inmediatamente previo, será una manera rápida de describir su corrección política y empalagosa. Allí cuando el Capitán Haddock, en Las aventuras de Tintín –esa extraordinaria historieta de Hergé-, se vuelve en sus manos un alcohólico arrepentido, que identifica a la botella como fuente de sus males; ahora bien, ejercicio de memoria o de lectura: busquen y encuentren una sola viñeta donde Hergé hiciera algo semejante.

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