lunes, 14 de febrero de 2011

Temple de acero (2010, Joel & Ethan Coen)


El western como cuento de hadas



Temple de acero
(True Grit)
EE.UU., 2010. Dirección: Joel y Ethan Coen. Guión: Joel y Ethan Coen, a partir de la novela de Charles Portis. Fotografía: Roger Deakins. Música: Carter Burwell. Montaje: Joel y Ethan Coen. Intépretes: Jeff Bridges, Hailee Steinfeld, Matt Damon, Josh Brolin, Barry Pepper, Dakin Matthews, Jarlath Conroy. Duración: 110 minutos.

Por Leandro Arteaga



Que la Temple de acero original (1969, Henry Hathaway) sea un “clásico” o gran film es, por lo menos, discutible. Se trata, en todo caso, de una película dedicada a John Wayne; su “Rooster” Cogburn es síntesis de la trayectoria del actor y de su estereotipo machista, delineado en este film –que no casualmente le valiera el Oscar- de manera festiva y graciosa, aún allí donde el “Marshall” se descubría desde sus costados más indigestos: el alcohol, el gatillo fácil, el desprecio por la ley. (Lejos de lo propuesto por Don Siegel en El tirador, de 1976, el último y, aquí sí, muy melancólico film del actor).
Y si esto se apunta es porque la construcción que del personaje lleva adelante Jeff Bridges es completamente otra. Aquí sí se subrayará lo poco digerible de su persona, de su accionar mercenario, de su habla aguardentosa así como del desprecio hacia los indios. La True Grit de los hermanos Joel y Ethan Coen –aún cuando la fuente primera sea la novela de Charles Portis- es reverso del film original, con un Rooster/Bridges cuyo parche está situado en el ojo opuesto al de Wayne. Marca literal así como simbólica.
Desde su inicio, el film de los Coen propone un prólogo admirable, con la nieve blanca y negra como contraste semántico, como síntesis de la imagen clásica del duelo desde el cual abre y cierra todo western, cuyo rango mítico aparece desde la voz en off que narra, que da cuenta de lo sucedido allá y hace tiempo, entre el manto níveo del cuento de hadas.
Acuciado por la pequeña Mattie (Hailee Steinfeld) para dar con el paradero del asesino de su padre, será que Cogburn deba internarse en tierra india. Más la compañía del Texas Ranger LaBoeuf (Matt Damon), una suerte de imbécil que dice ser protagonista de tantas o más epopeyas que las vividas por el propio Rooster, y que también persigue al mismo individuo (Josh Brolin). Entre ambos, a través de diálogos imperdibles, se desoculta ese “otro Far West”, el de la codicia y las matanzas. El desdén de Rooster por los indígenas se patentará en una escena clave, así como también será de interés para el espectador situar los momentos contados donde el film permite cabida al indio, para dar cuenta de que, aún cuando se trate de ingresar en territorio “no civilizado”, la presencia indígena en Temple de acero será la de la ausencia, la de la voz silenciada.
Rooster se verá obligado a saldar cuentas consigo mismo, con sus habladurías, con su decir justiciero. Situación que viste al film de los Coen de rasgos trágicos, con personajes víctimas de sí mismos, en un entorno que conoce su ocaso mientras amanece la gran ciudad. En este sentido, el epílogo del film pareciera citar Un disparo en la noche (The Man Who Shot Liberty Valance, 1962), de John Ford: el cuento llega a su fin para adquirir status mitológico, con una tumba cierta y un espectáculo de circo donde devolver vida a los indios y anestesiar la verdad histórica.
Rooster, Tom Doniphon (Wayne, en el film de Ford) o Shane (Alan Ladd): bisagras de un mundo que muere y otro que nace. Síntesis necesaria para la resolución a la que el juego entre leyenda y verdad obliga.

1 comentario:

Esteban Tolj dijo...

Muy buen comentario!!!