jueves, 12 de marzo de 2009

Watchmen (2009, Zack Snyder)


La política correcta de los héroes de Hollywood

Watchmen
EE.UU., 2009
Dirección: Zack Snyder.
Guión: David Hayter, Alex Tse, a partir de Watchmen, de Alan Moore y Dave Gibbons.
Fotografía: Larry Fong.
Música: Tyler Bates.
Montaje: William Hoy.
Intérpretes: Malin Akerman, Billy Crudup, Matthew Goode, Jackie Earle Haley, Jeffrey Dean Morgan, Patrick Wilson, Carla Gugino.
Duración: 163 minutos.




Ahorraré palabras al señalar que Zack Snyder me resulta síntoma del peor y más conservador cine norteamericano. Tanto El amanecer de los muertos (2004) como, sobre todo, 300 (2006) lo corroboran. En el primer caso, desde la remake del clásico magnífico de George Romero. Donde en Romero la narrativa era hallazgo e ironía, en Znyder se vuelve efectismo visual y placer –de veras- racista. (Recuerdan, para el caso, el morbo que significa para el film cada una de las muertes. El “zombie-metáfora” de Romero en manos de Snyder se vuelve un “otro”, un “diferente”, listo para ser masacrado). En el segundo caso, a partir del comic de Frank Miller, Snyder erige a sus trescientos espartanos gimnastas, de físicos bronceados, y capaces de enarbolar la libertad cueste lo que cueste. Film emblema, sin dudas, de la administración Bush.
Pero con Watchmen, Zack Snyder parece querer situarse, ahora, en veredas opuestas. Recordemos que el panorama político ha cambiado y que los nombres de marquesina de espectáculo de Hollywood buscan la mejor manera de caer bien parados. Entonces, cómo no, nos encontraremos con la prédica “políticamente correcta” de Watchmen. Rasgo que no le corresponde, en absoluto, a la historieta original y maestra, publicada por DC Comics entre 1986-87, con guión de Alan Moore y dibujos de Dave Gibbons.
En manos de Snyder, el discurso absolutamente genial de Watchmen se traduce en un film farragoso, pleno de lugares comunes (¡los temas musicales!), más la insoportable cámara de movimientos espasmódicos: de la rapidez exagerada al rallenti detallista en un solo travelling o panorámica. La sangre, en los films de Snyder no ensucia a la pantalla, sino que la decora.
Así y todo, Watchmen no funciona tan mal. Porque tiene la suficiente consistencia como para sostenerse desde la historia original: superhéroes desvencijados, cuestionados, viejos, y narcisistas. Lo que no vamos a encontrar en la propuesta fílmica es su vertiente poético-violenta. Sí habrá violencia –de esa a la que el cine yanqui se ha vuelto tan proclive: esteticista y, por ello, vacua-, pero nada de lirismo. Es imposible no pensar en la obra original, cuya narración fragmentada genera un crescendo que culmina por ensamblar todas las piezas en un gran momento final. Como si se tratase de instrumentos musicales que, una vez juntos, comparten sus temores y, por ello, desafinan de manera visceral. El caos será, pero con una estructura argumental absolutamente racional. El comic, sin dudas, es un obra única.
¿Qué nos queda respecto del film? La inevitable curiosidad de ver Watchmen en pantalla grande. Con aciertos en cuanto a caracterización de personajes, no caben dudas. Pero sin el peso emotivo de su fuente original. Un blockbuster más de Hollywood. Carente de toda aquella mirada cínica que supo hacer de la historieta un enclave para el género por también significar la reflexión sobre el concepto político y moral del superhéroe. Elementos críticos hoy transformados en mero entretenimiento.
Lo peor: la posibilidad de que Zack Snyder realice la traslación de El hombre ilustrado, de Ray Bradbury. Prefiero el recuerdo de su versión del año 1969, despareja pero, con todo lo que pueda reprochársele, mucho más sensible que cualquiera de los títulos de Snyder.

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