lunes, 17 de noviembre de 2008


La sonrisa y sus cicatrices

Joker
Guión: Brian Azzarello.
Dibujos: Lee Bermejo (lápiz) y Mick Gray (tinta)
DC Comics, NY, Octubre/2008
Novela Gráfica, 128 págs.

Todo proyecto en manos de autores como Brian Azzarello (100 Bullets, con Eduardo Risso) significa de manera extra. Sobre todo porque su nombre ha subido alto, tanto como para bastarle titular simplemente Joker su reciente trabajo sobre la Némesis psicótica de Batman. Nombre propio, de comic definitivo,

que recuerda anteriores obras, tales como Banner (2001) o Cage (2002), junto con Richard Corben, para Marvel.

En Joker nos encontramos con una suerte de nueva historia sobre la misma y trillada –digámoslo así- historia de siempre: Joker y Batman. La mirada mejor -¿definitiva?- supo darla Alan Moore por medio de The Killing Joke (1988), y si bien en Joker encontraremos a Batman recién hacia el desenlace, su sombra ominosa, motivo esencial de Joker, no dejará por ello de transitar las más de 100 páginas del comic.
Lo que destaca en este caso es el punto de vista, elegido por fuera de los protagonistas célebres, encarnado en el simple hampón que acepta recoger al desbarrancado pero aún temido villano en las puertas del Asilo Arkham. No se sabe cómo, pero Joker convenció a sus guardias psíquicos de que no está loco. Por eso su libertad. Por eso el motivo/excusa de este comic.
Desde el relato en primera persona, Jonny Frost nos narra su vínculo al desmadre ilimitado de Joker, mientras se hunde en un abismo que lo conecta con problemas personales y ajenos al criminal sonriente. Pero decir que Joker está loco es lo que aquí se desmiente, puesto que su desquicio irá de la mano con la recuperación monárquica del escenario criminal de Gotham. Monarquía revestida de pseudo-anarquía.
Entonces, ¿qué nos queda? Una suerte de remedo consciente de la nueva película de Batman: The Dark Knight (2008). El Joker de Azzarello puede situarse en cualquier momento de la continuidad de Batman mientras, he aquí su rasgo fundamental, “actualiza” los patrones de conducta del héroe y sus villanos tradicionales. Y esta “actualización” encuentra, por un lado, una continuidad evidente respecto del regodeo violento que tanto atrapa a Azzarello y, por el otro, el vicio tan innecesario del que hoy se reviste cierto tipo de ficción: “realismo”.
Aquí, por ello, el lápiz de Lee Bermejo. El Joker del dibujante es el Joker del actor Heath Ledger. No tendremos más sonrisa como mueca deforme, sino como producto de aquel misterioso corte del cual quedan sólo las cicatrices horrendas. En otras palabras, no hay más nada de aquel encanto camp del cual Batman supo nutrirse viñeta tras viñeta. Tampoco nada de aquel circo freak con el que los films de Tim Burton supieron encantarnos. Baste comprobar, para el caso, las versiones de Killer Croc –otrora un cocodrilo humano- o The Riddler –ahora un teenager avejentado- que Bermejo nos ofrece.
En síntesis, cuando Joker culmina uno debiera sentir que ha asistido, otra vez, al inmortal enfrentamiento entre el ying y el yang. Algo que el último film abordó desde una superproducción en la que supo confundir, adrede, motivos anarquistas con ausencia de moral. Algo de ello ocurre aquí.
Para corroborar citemos, otra vez, a la gran Killing Joke. Contraste de estilos entre Moore y Azzarello: mientras Moore narra una historia de detectives capaz de mitologizar a sus personajes, Azzarello apunta a los efectismos de una botella rota desgarrando el rostro. También contraste de dibujo, fuera de campo y truculencia: recordemos aquel disparo fatal sobre Barbara Gordon –cortesía de Brian Bolland- ante los explícitos baños de sangre de Bermejo, con explosiones tan cinematográficas como banales. Será ante tanta violencia libertina, piensa uno, que Batman dejara de utilizar disfraz para enfundarse dentro de una armadura. Igualmente, no se trata de quitar mérito a Azzarello, artífice del relato noir contemporáneo, capaz de reformular al género desde una mixtura que incluye, entre otros, a Gould-Chandler-Spillane-Ellroy y, claro, Bob Kane.
Mientras tanto, y por fuera de este "realismo hard-boiled", aparecen las magníficas páginas mensuales que nos sigue proponiendo el guionista Grant Morrison en el comic-book Batman. Suerte de árbol de viñetas genealógico que se adentra en la historia del personaje para narrar, ni más ni menos, otra historia de detectives.

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