viernes, 26 de diciembre de 2014

Walter Operto: San Perón (1973). Entrevista


El documental que quema en las manos

 El documental, rescatado por la Televisión Pública, ilumina un capítulo de cine y política. Uno de sus realizadores fue Walter Operto, de tarea teatral incansable. Los recuerdos de la primavera camporista a partir de San Perón.


Por Leandro Arteaga

La noticia, veloz, no tardó en dar con los responsables de San Perón (1973), el documental inédito que Fernando Martín Peña diera a conocer a través de Filmoteca, temas de cine (Televisión Pública), el viernes 21 de noviembre. “Al día siguiente de la emisión, por Twitter, alguien me dice: ‘Peña te está buscando por la historia de la madre de los 17 hijos’. Yo no recordaba qué era esa nota. Le escribí a Peña, pero no sabía de qué se trataba. Esa misma noche, veo que en Facebook había una movida donde me nombraban. Finalmente me entero, y con una gran emoción entro en un túnel del tiempo hacia el pasado”, explica el dramaturgo, director teatral y periodista de la ciudad, Walter Operto, co-director con Héctor Aure de San Perón.
La historia de Norma Cuevas de Aresta y sus diecisiete hijos le ha hecho exclamar al conductor de Filmoteca una máxima que ha quedado adherida a la película: “Si no se emocionaron, perdónenme, pero es porque están muertos”. La anécdota del hallazgo ha sido variadamente relatada: “Fue un amigo de Carlos Müller (programador del Cineclub Dynamo) quien lo encontró en Córdoba en una lata, con la inscripción ‘San Perón’. Lo que todavía no se dice es cómo ese material, que tendría que haber estado en los archivos de Canal 7, llegó a Córdoba, quién lo sacó del canal y por qué. Eso todavía es una incógnita. Müller me dijo ‘el documental me quemaba las manos, por eso fui a verlo a Peña’. Fijate que por suerte llegó a manos de una persona que lo valorizó, porque qué hubiera ocurrido si esa lata llegaba a manos de, por dar un nombre, Alfredo Leuco; seguramente, al descubrir de qué se trataba, ¡lo tiraban a la basura o lo guardaban bajo siete llaves!”
 “Durante lo que llamamos la ‘primavera camporista’, aquellos casi cincuenta días en los que el tío (Héctor) Campora fue presidente, se vivió una primavera también en lo cultural, donde tuvimos los espacios necesarios para realizar cosas distintas a las que se estaban haciendo. El documental fue posible porque a la dirección de Canal 7 llegó Juan Carlos Gené, y convocó a compañeros con los que veníamos trabajando en cultura y teatro. Traigan ideas, nos dijo. Yo recuerdo haberle llevado la propuesta de una serie de documentales sobre historias de vidas. La primera fue ésta, la de Norma Cuevas, a quien había conocido un par de años antes a partir de una nota para la revista Así. Aquella nota era sobre lo mismo, sobre los sueños y deseos de Norma, acerca de cómo vivía, de cómo podía seguir adelante con sus hijos y su marido enfermo, postrado, con esa misma dignidad con la que aparece en el documental, desde su rol de madre. A Juan Carlos le pareció interesante. En Canal 7 estaba trabajando otro compañero, Héctor Aure, quien fue el encargado de la imagen. Lo mío fue la idea, el reportaje –esa tercera voz que aparece en off relatando–, y la construcción del guión en el lugar”, agrega Operto.

-¿Cuáles iban a ser los documentales siguientes?
-El segundo iba a continuar en Entre Ríos. Ella me dijo que lo que soñaba era volver allí, de donde había venido soltera, por la falta de trabajo. Quería volver a su provincia a trabajar la tierra, con sus hijos, decía que había muchos brazos para trabajar la tierra. Yo no le prometí nada, pero llamé al gobernador de Entre Ríos, Enrique Tomás Cresto. Recuerdo haber hablado con alguien de su secretaría, a quien puse al tanto de la situación. A los dos o tres días me llamaron y me dijeron que el gobernador había decidido ir a buscarlos y darles una tierra. La segunda parte del documental iba a dar cuenta de los Aresta volviendo a su tierra natal, dignificados, saliendo del cirujeo y del “barro”, como dice Norma. Pero el gobierno de Cámpora duró lo que duró, con él también se fue este proyecto. Nos fuimos de canal 7, donde entró una línea peronista de derecha, que no quería saber nada con esto.

-¿Cómo llegaste a conocer a Norma Cuevas?
-No puedo recordarlo, pero no me sorprende haberla conocido. Porque en el periodismo elegí ocuparme de historias de los sectores más populares, más necesitados. Recuerdo una de ellas, que también iba a ser un documental, se llamaba La mujer más pobre de Chumbicha, una localidad de Catamarca en la que encontré en pleno desierto y en un ranchito, a una viejita con siete, ocho, críos, con el braserito encendido. Lo primero que me pregunté fue cómo hacía esta mujer para sobrevivir y mantener a los chicos. Ella me dio el título de la nota: cuando me acerqué al alambrado y golpeamos las manos, se presentó como “la mujer más pobre de Chumbicha”. Los chiquitos que estaban a su alrededor eran nietos, de dos hijas con trabajo de empleadas domésticas, y como con hijos no las tomaban se los traían a la abuela. Los chicos, me entero, no sobrevivían por la abuela, sino la abuela por los chicos; eran ellos los que salían a la calle, a la ruta, a detener los autos y a pedir ayuda.

-Así como esta mujer, Norma también se sabe pobre y digna, si bien es algo que no quiere.
-En aquellos años creíamos que la pobreza era un lugar de paso, las villas eran entendidas así. En nuestra provincia tenemos el caso de la película Tire dié, de Fernando Birri, que retrata el paso del tren que atravesaba El Salado, y cuando pasaba por la villa iba a paso de hombre y los chicos corrían y pedían. Pasado el tiempo, y vuelto Birri a Santa Fe, la Universidad del Litoral le rinde un homenaje y él acepta con la condición de estar junto a los chicos con los que hizo Tire dié. Así que los buscaron y los encontraron, uno llegó a ser contador, la mayoría trabajaba en el estado provincial, pero todos pudieron salir de ese estado de pobreza. Si hoy te proponés hacer un Tire dié en cualquiera de las villas y dentro de quince, veinte años, tratás de buscar a los chicos no los vas a encontrar, o fueron muertos por el gatillo fácil, o terminaron como delincuentes o los mató la droga. De alguna manera, San Perón nos interpela sobre eso, como sociedad. Creo que esos sueños, los deseos y la fe que muestra Norma, son lo que le da sentido a un movimiento popular como el peronismo; si el peronismo no sirve para eso, entonces es un partido liberal como cualquier otro.

-De hecho, Norma expresa esa adhesión en la película.
-Su esperanza era Perón, ella no tenía ninguna duda de que Perón no la iba a engañar. La cámara no entra en su casa, ella lo pidió porque no quería mostrar al marido convaleciente, pero dentro de la vivienda tenía dos retratos, el de Perón y el de Evita. En esos días de la elección, tenía una vela encendida a Perón; de ahí viene el nombre “San Perón”, que lo anoté en los borradores, en un cuaderno.

-¿El trabajo no se llamaba San Perón?
-No. En el canal le pusieron a la lata “San Perón”, pero todavía no estaban ni los créditos. Héctor Aure, a partir del descubrimiento, estuvo de acuerdo en dejarle el título con el que se encontró. Ni siquiera pusimos que fuimos autores y creo que tiene que seguir siendo así, porque la verdadera autora del trabajo es Norma. Nosotros fuimos un puente, ella es la protagonista de todo.



Acopiador de historias

Operto está rodeado de historias. Además de las fotografías que muestra al cronista –en una de ellas, en el contingente que acompañara al presidente Cámpora, a punto de salir de Aeroparque: “yo hacía la crónica de todos los actos”; en otra, junto a María Elena Walsh: “cuando era peronista”- destacan las anécdotas de trabajo y las numerosas notas de prensa que bien merecen un rescate: entre ellas, el reportaje a José Rucci (en revista Así), cuatro días antes de su muerte. “En esa misma época también trabajaba en un radioteatro que había dirigido y escrito: Para que se cumplan los sueños, que se emitía por Radio Argentina, con Jorge Salcedo como protagonista. Y una obra de teatro que es emblemática, Ceremonia al pie del obelisco, que cuenta la historia del país a partir de la inauguración del obelisco hasta la aparición de las formaciones armadas; estaba relatada por los locos del Melchor Romero, pero entre ellos había un lúcido, en quien puse textos de Perón. Raúl Serrano, que fue quien agarró este proyecto, me decía hace unos meses, ‘¿sabés que fuimos los primeros en poner textos de Perón en una obra de teatro?’” (risas). El loco en cuestión, de nombre Novoa, no era nada inventado, sino uno de los muchos personajes retratados por Operto durante su ejercicio periodístico: “Era una historia bárbara, se trataba de un anarquista que en los años ‘30 había puesto un par de bombas en Buenos Aires. El abogado, muy hábil, lo hizo pasar por loco, lo sacó de la cárcel y lo llevó al Melchor Romero. Pero luego lo olvidaron. Y quedó allí, cebando mate, totalmente lúcido."
 

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