domingo, 24 de junio de 2012

Nosotros, detrás del muro: Lucrecia Mastrángelo: entrevista:


Por detrás de los muros propios



El nuevo documental de Lucrecia Mastrángelo detiene su mirada en el Penal de Mujeres de Rosario. Ganador del concurso de Televisión Digital del Incaa, Nosotros, detrás del muro se concibe como puente entre el adentro y el afuera.
Por Leandro Arteaga

“La realidad con la que me encontré fue muy distinta a la que había construido a partir del guión, dentro del laboratorio intelectual que uno tiene, desde otra realidad. Escribí un guión al que le faltaban los violines: una mujer por capítulo contaría una historia acerca, por ejemplo, de cómo es recuperarse. Pero en realidad, cuando fui a hacer la investigación, empecé a darme cuenta de que lo que pensaba no tenía nada que ver con lo que me encontré. Allí dentro, las mujeres no se podían recuperar, nadie se recupera. Lo que verifiqué es que el sistema funciona perfectamente, y que ahí dentro hay personas dejadas a su suerte, salvajemente” señala la realizadora Lucrecia Mastrángelo a Rosario/12.
El motivo del diálogo, fragmento apenas de lo mucho conversado, es la finalización el viernes pasado del rodaje de Nosotros, detrás del muro, documental de cuatro capítulos centrado en la Unidad Nº 5 del Penal de Mujeres de Rosario, que ganara en la categoría "serie de documentales federales para televisión 2012”, del concurso de Televisión Digital organizado por el Incaa (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales). La difusión se prevé hacia fines de año, por la señal televisiva Encuentro.
“Hay temas de los que la sociedad no quiere hacerse cargo, como la criminalización de la pobreza, porque hay mucho prejuicio; yo soy de meterme en estas cuestiones” señala Mastrángelo, de cuya filmografía destaca su anterior trabajo: Sexo, dignidad y muerte. Sandra Cabrera, el crimen impune (2010), que comparte una misma mirada femenina que elige detenerse en el margen social. Por detrás de un muro que, antes que ajeno, también es propio. “Ésta era una realidad que me parece había que abordar, para que estas mujeres sean visibles. Uno de los ejes de los capítulos es el del encierro, es decir, a veces hay situaciones de encierro respecto de las que no necesitás estar presa. ¿Cuántos somos los que no vemos más allá de nuestros propios muros? Por eso el título del trabajo es el de Nosotros, detrás del muro y no el de “ellas”. Se trata de reflexionar desde este lado. Empezar a tirar un vínculo entre el afuera y el adentro, para dar cuenta de que son muchas cosas las que nos vinculan. 

-¿Cuáles son los demás ejes?

-Los otros ejes están dados por la esperanza, por el sobrevivir, y por el desamparo. Creo que todo el mundo ha pasado una situación de desamparo en algún momento. Cuando uno viene hambreado desde mucho tiempo atrás, hijo de desnutridos, que no han ido a la escuela, que son nietos de la caja PAN… ¿Qué pretendemos como sociedad? ¿Que cursen la universidad? ¿Que tengan un novio médico y rehagan su vida mágicamente?

-¿Con qué panorama, entonces, te encontraste dentro del Penal?

-Pensé que me iba a encontrar con mujeres con las que iba a poder reflexionar sobre el encierro, sobre qué significa, pero no. Me encontré con mujeres que están esperando las visitas para que pueda ingresar la droga, mientras las guardiacárceles miran para un costado. El sistema penitenciario deliberadamente quiere que esto pase, para que no se puedan recuperan y se vayan eliminando de a poco. No son personas que puedan reinsertarse, tal como lo refiere en su testimonio Fabricio Simeoni, quien hace un taller literario con algunas de las mujeres. Él me dice que no se puede rehabilitar a quien no fue habilitado nunca. Son pobres, y ya se ha elegido por ellos. Allí, la vida de ellas no significa nada. El sistema les dice que su vida no importa a nadie. Si la vida de ellos no importa, tampoco les importará la mía, en el caso de un enfrentamiento. La sociedad ha roto los vínculos entre el adentro y el afuera, y somos responsables de eso.

-De hecho, uno pasa por una cárcel y se percibe una realidad alterna, acerca de la cual no se tiene idea alguna.

-Lo que me propongo es tratar de lograr una empatía, y es dificilísimo. Hay muchas de las mujeres que están allí por violencia familiar, porque han asesinado a su pareja, por tráfico de droga, delitos menores, robo calificado. Es decir, si han cometido un delito tienen que pagarlo, pero el tema que importa es de qué manera vamos a recuperar a estas mujeres. Tienen que estar presas, sí, pero no en este nivel de abandono, donde están vulnerados sus derechos humanos. Allí hay niños, cochecitos, andadores, dentro de una humedad tremenda. Las imágenes hablan por sí mismas. Muchas tienen el discurso instalado al decir “yo me voy a recuperar”, “yo la hice y por eso la estoy pagando”, pero sabés que no se va a recuperar porque mientras te lo dice se está armando un porro, delante de la cámara, y con un bebé al que le da la teta. Y tienen veinte, veinticinco años.

-¿Tuviste alguna traba desde lo institucional?

-No, y esto me demostraba que el sistema funciona perfectamente, así como cuando durante el rodaje de Sandra Cabrera la policía no me amenazó. El monstruo es tan grande que yo le hago cosquillas. Las mismas internas me decían “¿querés que nos droguemos delante de la cámara? Y a mí me parecía un desafío ético, interior. ¿Qué es lo que hay que filmar acá? ¿Este plano? ¿O el imaginario que tiene la gente? Es decir, hay una E.E.M.P.A., un taller de computación, pero al taller no van más que tres personas, y dos al de costura. Yo les respondía que no, que si se las veía drogarse iba a ir en contra de ellas, pero me respondían que “acá ya saben”. Las guardiacárceles tienen las mismas edades, son de los mismos barrios. Tuvimos los permisos que quisimos. Por donde yo circulaba, dentro de las celdas, nunca vi a las asistentes sociales, que están dentro de una oficinita, con un horario. Una enfermera, con un vasito y por detrás de la reja, provee medicación, como en las películas: rivotril, ansiolíticos. Ellas me pedían sachets de jugo porque así se hacían un cóctel. Yo me decía, ¿dónde está el psiquiatra? Porque debe haberlo, con un sueldo pago por la provincia. Ahora bien, ¿quién maneja la droga en la provincia? Lo dice Carlos del Frade en la película: la policía. ¿A quién tenemos como jefe de la Policía de la provincia? Al señor Walter Miranda, quien está procesado por el crimen de Sandra Cabrera. Es una vergüenza. Por eso me han dejado entrar, porque allí no hago más que cosquillas. El sistema funciona muy bien. La pirámide está intacta. Y tiene que tener una base que la sustente.

-¿Las guardiacárceles no salen en cámara?

-No quisieron, hay muchos prejuicios entre la policía y las internas. Las guardiacárceles nos miraban con cierta hostilidad porque parecía que tomábamos partido por las internas. Yo les trataba de explicar que todos éramos víctimas de un mismo sistema. Les preguntaba si tenían quién las asesorara o contuviera psicológicamente, y me decían que no, que a nadie. “-¿Me lo decís frente a cámara?” “-No, porque pierdo el trabajo”. “-¿Viste que vos también estás presa del sistema?” “-Sí, pero a éstas después les dan un plan trabajar…” Hay muchos prejuicios, además de ser un comentario que no sólo ocurre en un ámbito carcelario.

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