martes, 12 de enero de 2010

Arlt y Calé: vagabundos y atorrantes


Aguafuertes y Camisetas (Arlt y Calé)


Una aproximación a dos de los máximos exponentes de una realidad barrial, literaria, cotidiana, y caricaturesca: Aguafuertes porteñas y Buenos Aires en camiseta.


Roberto Arlt escribe sus "Aguafuertes porteñas" en el diario "El Mundo", desde agosto de 1928 hasta el momento mismo de su muerte, el 26 de julio de 1942. Desarrolla durante catorce años sus columnas periodísticas en un medio que, además de ser el primero en formato tabloide del país, se distinguirá también por su gran penetración en las capas populares. De heterogénea temática para un público igual de amplio, "El Mundo" se nutre, entre sus filas, de escritores como Leopoldo Marechal, Horacio Rega Molina o Conrado Nalé Roxlo. Es en este contexto donde Arlt comienza publicando algunos cuentos y una serie de notas "costumbristas", que a partir del 5 de agosto de 1928 comienzan a llamarse "Aguafuertes porteñas", y a partir del 15 del mismo mes comienzan a ser firmadas por el autor.
Calé, oriundo de Rosario y cuyo nombre verdadero era Alejandro del Prado, publica su "Buenos Aires en camiseta" en revista "Rico Tipo" desde 1951 hasta 1962, año de su fallecimiento. Su tarea como humorista gráfico remite a un primer paso por revistas como "Pobre Diablo" (título alusivo a "Rico Tipo"), "Descamisada" y "Pica Pica" (ambas peronistas), y a los diarios "El Laborista" y "Democracia". Es en la revista "Sucedió en la farra" donde arranca con "Buenos Aires íntimo", antecedente inmediato de "Buenos Aires en camiseta". Guillermo Divito, el legendario director de "Rico Tipo", se interesa por Calé y, de esa manera, sus trabajos comienzan a ser publicados en un medio que reunió en sus páginas a gran parte de la máxima grafía argentina: entre Divito y Calé, se dieron la mano autores como Mazzone, Liotta, Landrú, Oski y un primer Quino.
"Estoy contento de haber tenido la voluntad de trabajar, en condiciones bastantes desfavorables, para dar fin a una obra que exigía soledad y recogimiento. Escribí siempre en redacciones estrepitosas, acosado por la obligación de la columna diaria", observó Roberto Arlt en la introducción de su libro "Los lanzallamas" (1931); "no dispongo, como otros escritores, de rentas, tiempo o sedantes empleos nacionales. Ganarse la vida escribiendo es penoso y rudo".
Horacio del Prado, hijo de Calé, ha dicho de su padre que "dibujaba en la estrecha pieza atiborrada de papeles y recortes archivados para tomar modelos. Pieza que además ocupaban las camas que compartíamos con mi hermano [Alejandro, el músico], y que tenía una ventana con vista al zanjón, cíclicamente inundado, como la calle de tierra"(1). También recuerda cómo llenaban el frasquito de tinta con agua caliente porque no había plata para comprar otro; además, Divito reclamaba a Calé sus trabajos, siempre atrasados, de todas las maneras posibles.

En este oficio rudo de escribir/dibujar, a Roberto Arlt no le basta con la descripción de una situación o de un personaje, sino que va más allá y se atreve a mirar donde ningún otro, mientras que sus crónicas se vuelven una verdadera lectura crítica. En "El enfermo profesional"(2), no sólo se regodea con el objeto que le preocupa sino que a partir de ello descarga toda su artillería contra el mecanismo burocrático, "porque estos enfermos profesionales sólo existen en las reparticiones nacionales", y denuncia todo un proceso sistémico que hace del farsante una pieza vital para el normal funcionamiento… ¡que luego le verá jubilarse! En otras palabras, Arlt distingue aspectos comunes a la sociedad pero para atacarlos impiadosamente, para desenmascararlos como parte constitutiva de prácticas pequeño-burguesas de estancamiento social.
Como partícipe del relato, Roberto Arlt tiene su fuerte punto de anclaje en la palabra. El lunfardo se sitúa como ese aspecto irreverente y nunca conforme de un idioma que se transforma y cambia permanentemente; que se vuelve sentimental desde el momento en que da cuenta de sí mismo y de sus prácticas: "Encanto mafioso, dulzura mistonga, ilusión baratieri, ¡qué sé yo qué tienen todos estos barrios!"(3); y al que se defiende con devoción, como expresión auténtica y popular: "Los pueblos que, como el nuestro, están en una continua evolución, sacan palabras de todos los ángulos, palabras que indignan a profesores"(4).
Esta exaltación lunfarda tiene en Calé también un claro referente, sus dibujos hablan el lunfardo aún cuando prescindan del uso del texto. Tal aseveración la remite el mismo título: a Calé le preocupa ese Buenos Aires de, parafraseando a Arlt, "mangas de camiseta", donde "un bandoneón rezonga broncas carcelarias en algún patio"(5). Ese Buenos Aires que, aunque de pilcha dominguera y de buen humor para el fin de semana, retoma su pesar cansino y de prisión al volver de la cancha o del pic-nic, porque "las últimas horas no le pertenecen ya ni al domingo ni a uno. Uno y el domingo entran a pertenecerle al lunes. El sábado y el domingo fueron la galletita que a uno le tiraron"(6).
Galletita que calma el hambre de la bestia: Calé no duda en emparejar el colectivo que lleva al laburante con un transporte de ganado, o en retratar literalmente el lugar de trabajo como una cárcel. "Así vive y viaja uno en su diaria lucha por llegar, llegar… Y finalmente uno llega. La macana es a dónde llega"(7). El contrapunto suscitado entre palabra y dibujo significa de forma irónica: el texto costumbrista tiñe de humor un dibujo expresionista, donde surcos y arrugas de rostros agrietados parecen encontrar en el dolor la esencia del relato. En este aspecto, tanto Calé como Arlt coinciden en una mirada antropológica, llena de pesar y de angustia, que deambula recolectando penas anónimas sujetas al olvido.
Es en esa necesidad que pregona Arlt, la de "darse unos baños de multitud y de callejeo"(8), donde Calé también se zambulle y contextualiza: el pic-nic, el baile, el fútbol: espacios sociales que alivian la dureza que emana de su retrato de la vida de oficina. El saber desempeñado por sus personajes, alejado de élites sociales, se vincula a bibliotecas populares, folletines, diarios, cines y radio.

En palabras de Oliverio Girondo: "(…) aspiro a un arte de carne y hueso, con cerebro y con sexo, menos perfecto, o de una perfección disminuida bajo una trabajosa y cálida espontaneidad: un arte para todos los días, un poco popular, un poco desgarrado -si se quiere-: pudoroso en su impureza, contenido dentro de la más absoluta libertad de expresión: un arte, en fin, cuya dignidad le impida hallarse al servicio de nadie, ni de nada, y obedezca, tan sólo, a las necesidades de su propia existencia"(9).
Todavía hoy una página de Calé o un texto de Arlt nos arrancan lágrimas de angustia, de dolor, y una sonrisa cómplice; aquélla que logra volver todo un poquito más digerible, aunque no por ello menos siniestro.


Notas
(1) Pablo de Santis retoma el testimonio en su libro Rico Tipo y las chicas de Divito, Espasa Calpe, Bs. As., 1994.
(2) Arlt, Roberto: "El enfermo profesional", en Aguafuertes porteñas, Losada, Bs. As., 1990.
(3) Arlt, Roberto: "Silla en la vereda", en Aguafuertes porteñas, op. cit.
(4) Arlt, Roberto: "El idioma de los argentinos", en Aguafuertes porteñas, op. cit.
(5) Arlt, Roberto: "Silla en la vereda", en Aguafuertes porteñas, op. cit.
(6) Calé: texto recopilado en Buenos Aires en camiseta, cortometraje dirigido por Martin Schor, 1963.
(7) ídem #6.
(8) Arlt, Roberto: "El placer de vagabundear", en Aguafuertes porteñas, op. cit.
(9) Girondo, Oliverio: "Arte, arte puro, arte propaganda…", revista "Contra", agosto de 1933, recopilado en "Radar libros", Año III, #109, 05 de diciembre de 1999.

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