El dolor de la tierra malherida
Tierra sublevada, parte 1: Oro impuro
Argentina, 2009. Dirección, guión, voz en off: Pino Solanas. Imagen y cámara: Rino Pravato, Mauricio Minotti, A. Fernández Mouján, Pino Solanas. Montaje: Alberto Ponce, Pino Solanas. Duración: 91 minutos.
Subrayemos, desde el inicio, la celebración festiva que supuso la primera función de Cine El Cairo el jueves 15 de octubre. Las localidades se agotaron, el hall de ingreso rebosaba de gente y diálogo, la presencia de Pino Solanas, la calidad impecable de la proyección en 35mm, ¡y los avances! Antes del film de Solanas, los trailers nos prometieron: El último verano de la boyita, de Julia Solomonoff, y Una semana solos, de Celina Murga. Ambas víctimas de una sombría única semana de exhibición comercial. El Cairo las rescatará para la pantalla grande y, ya que estamos, ojalá también ocurra lo propio con ese gran film que es Mentiras piadosas, de Diego Sabanés, también opacado por la misma lógica comercial. Un cine público, qué bien.
Y sin dudas que son estos motivos los que han decidido a Solanas a estrenar su film en dicha sala. El Cairo cumplió así un rol fundamental: dar cabida a un título demorado en exhibición, y posibilitar el contacto entre el público. A fin de cuentas, todo film es un lugar político, por encuentro ciudadano y discusional. En este sentido, la temática de Tierra sublevada: Oro impuro, nos aboca de nuevo a esta tarea, cuyo marco lo ofrecen las películas que Solanas viene desarrollando desde 2004 con Memoria del saqueo.
En Oro impuro se respira algo de incontestable. Es decir, ¿quién podría oponer réplicas que desdigan lo que el film expone? Los recursos minerales son extraídos y robados de modo impune, a través de acuerdos con firmas de ex-presidentes -Carlos Menem, claro, entre ellos- y los votos, recordemos, de la propia ciudadanía. De todas maneras, las explicaciones delirantes existen, y el film nos expone sus rostros. La imagen nos evita la desmemoria.
En apenas noventa minutos, Solanas expone la situación, busca con la cámara los lugares y sus protagonistas, testifica la imposibilidad de ingreso en ámbitos privados, dialoga con la gente, y permite –sobre todo- nuestro ingreso a la discusión: el conocimiento del hecho es básico. El desinterés sobre el cuidado ambiental aflora, justamente, como consecuencia. Y tal vez uno de los testimonios más precisos sea el que señale el dolor que suscita “la indiferencia de la comunidad”.
Baste sintetizar todo lo que el film expone -desde su recorrido por las provincias de San Juan, Tucumán, Catamarca, Salta, La Rioja- en el trazado fronterizo que sufre actualmente la cordillera de los Andes. Un tercer estado donde se hace y se utiliza lo que se desea, sin necesidad de dar explicaciones o de control público alguno. Un disparate que lleva años mientras provoca daños irreversibles. El agua aparece allí como veta a explotar: su uso desmedido para lavar metales, su contaminación consecuente, y su control de cara al futuro.
La imagen del contraste entre la gran empresa que trabaja (enorme, imperial, reluciente) y los restos dejados por quienes ya han hecho lo propio (esqueletos de instalaciones, suelo lastimado, daños irreversibles) es otra de las maneras de demostrar, de forma simple, el argumento irrebatible al que aludíamos.
1 comentario:
Sumada la absoluta realidad del despojo, a la capacidad de un gran director argentino como Fernando Solanas para reflejarlo, no cabe ninguna duda que el espectador quede obnubilado frente a la tragedia que se está operando en Los Andes. No muy lejos de allí debe haber cruzado el Gral. San Martín, luchando por los mismos ideales que ahora mueven a Pino. Pero la lucha es de todos, y debemos sumarnos.
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